En los actuales
momentos en donde la hiperconectividad ocupa prepotentemente nuestra vida y en
donde el formato electrónico hace mucho más accesible toda tipo de lectura, el
libro tradicional, la revista, el diario, siguen siendo los favoritos del
público a nivel mundial.
Cuando leemos un
libro, nuestro cerebro percibe el texto en su totalidad. En el pasar las
páginas de papel hay un ritmo, una cadencia y un registro visible en el
transcurrir de las hojas impresas.
Algunos estudios
observaron que nuestro cerebro cuando lee en una pantalla lo hace más
lentamente y además, memoriza menos. Hay una “fisicalidad” en la lectura que
hace que nuestro cerebro prefiera sentir el papel al leer.
Desde la niñez,
nuestro cerebro crea nuevos circuitos para leer y para ello usa parte de otros
dedicados al habla, a cuya habilidad se les suma la coordinación motora y la
visión. De esa manera, el cerebro comienza a reconocer las letras en base a líneas
curvas y espacios utilizando procesos táctiles que requieren los ojos y las
manos. Cuando escribimos a mano, nuestra actividad cerebral es mucho más
intensa que cuando lo hacemos con un teclado de una computadora.
Las
publicaciones en papel tienen una estructura más evidente que el texto en una
pantalla, esto permite a nuestro cerebro formar un mapa mental del texto más
coherente y subjetivo.
La mayoría de
los dispositivos digitales, por el contrario, interfieren con la navegación
intuitiva de un texto; las páginas, una vez leídas, desaparecen. La ubicación
de nosotros con respecto al libro es importante para nuestro cerebro y la
obtenemos solamente con la versión impresa.
En varios
estudios sobre comprensión de texto, al comparar alumnos que leyeron en papel
con otros que leyeron un texto en una pantalla, se observó que los primeros
tuvieron mejor rendimiento. Además la lectura basada en pantallas puede
empeorar la comprensión, ya que es mentalmente más exigente e incluso
físicamente más cansadora que la lectura en papel. Las pantallas de
ordenadores, teléfonos inteligentes y tabletas hacen brillar la luz
directamente en los rostros de las personas y la lectura puede causar fatiga
visual, dolores de cabeza y visión borrosa.
Las
investigaciones más recientes sugieren que la sustitución del papel por
pantallas a una edad temprana tiene desventajas. Los niños recuerdan más detalles
de las historias que leen en el papel pese a que las digitales muchas veces
están complementadas con animaciones interactivas, videos y juegos, pero que en
realidad desvían la atención de la narrativa.
La mayoría de
los padres también prefieren los libros impresos para leérselos a sus hijos. Al
leerles los libros de papel, los niños pueden relatar la historia de nuevo a
sus padres, pero al leer un libro electrónico con efectos de sonido, los padres
con frecuencia tienen que interrumpir su lectura para pedir al niño que deje de
jugar con los botones y así recuperar la concentración en la narración. Tales
distracciones impiden comprender la esencia de las historias.
Muchos
estudiantes universitarios aseguran que cuando realmente quieren centrarse en
un texto digitalizado, lo imprimen.
Los aspectos
sensoriales de la lectura en papel son muy importantes: la sensación del papel
y la tinta; la opción de suavizar o doblar una página con los dedos, el sonido
distintivo de pasar una página, la posibilidad de subrayar, de detenerse y
tomar nota, entre otros.
Es probable que por
espíritu de adaptación, nuestro cerebro con el paso del tiempo, cree otras
redes neuronales que le permita preferir lo electrónico al papel, pero mientras
tanto, hoy sigue prefiriendo el contacto con las hojas.
Por ahora, en papel es más divertido...
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