El origen del problema de la corrupción
está arraigado en lo más profundo de la cultura del venezolano: "El
error está en que la viveza de la gente es celebrada en este país, sin importar
si con su forma de actuar infringe o no la ley".
Por eso cree que la lucha debe tener dos objetivos claros: acabar con la
impunidad, a través de sanciones que sirvan de ejemplo; y educar, para que la
ciudadanía deje de ser indiferente ante este flagelo. El plan está, dice, en
lograr que la ciudadanía deje de ver al corrupto como a "un vivo" y
lo reconozca como lo que es: un delincuente.
El gran problema proviene de que somos un 'petroestado'. La mayoría de
nuestros recursos provienen de la explotación petrolera, lo que agrega un
componente un tanto mágico a la sociedad. El precio del barril no está
relacionado a nuestro esfuerzo, así que si ganamos más o menos no dependerá de
si trabajamos más o menos. Al final, nos sentamos a esperar para ver cuánto
ganamos y luego para ver de cuánto nos podemos apropiar.
Existe un segundo factor que está muy arraigado en el patrón cultural del
venezolano: el llamado 'pájaro bravismo'. Esto tiene que ver con esa suerte de
viveza criolla que toca todos los aspectos de nuestras vidas, incluyendo el
manejo de los recursos públicos. Es por esto que el corrupto no es percibido
muchas veces como un delincuente, sino como 'un vivo' o alguien astuto.
En nuestro país existe un gran nivel de impunidad
ante la mayoría de los delitos de corrupción: tráfico de influencias, soborno,
malversación de fondos, nepotismo, el 'chapeo' (que es una suerte de
extorsión). Aquí, en general, no hay castigo. En Venezuela, por ejemplo, corre
libre el patrimonialismo: aquí no diferenciamos entre los bienes públicos y los
privados. Esto lleva al funcionario a apropiarse del dinero público sin mayores
problemas, con impunidad y el beneplácito del resto de la sociedad.
Aquí no hay ni condena social para los corruptos. No hay castigo legal, pero
tampoco moral. El corrupto asciende socialmente, económicamente, se muda,
compra carro, pone a los niños en el colegio que está más moda. En fin, se
conecta socialmente e inmediatamente se compenetra con las élites de poder.
Todo esto está relacionado con un modelo cultural donde se impone la cultura
del lucro, el consumismo, el dinero fácil. Todo esto es funcional
para la cultura capitalista, que promueve la competencia, la compulsión al
consumo, el afán de lucro, el egoísmo, el individualismo. Así se promueven
mecanismos corruptos de adquisición de bienes.
Hay que educar a la sociedad, con apoyo de los colegios y
también de los medios de comunicación. Pero junto a esto tenemos que acabar con
la impunidad, acabar con la lenidad que existe ante los delitos de corrupción.
Tiene que haber sanción ejemplar, que incluya una sanción moral. Se necesita un
cambio del sistema de valores, para que no se miren con indiferencia los casos
de corrupción. Esta indiferencia no hace más que flexibilizar la norma. Si no
existe sanción, entonces no es malo lo que se está haciendo. Si no hay sanción,
entonces legitimamos estos comportamientos, legitimamos al corrupto.
Maryclen Stelling
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