Para colaborar con el desarrollo de
las competencias emocionales en los niños, es necesario que el educador haya
desarrollado sus propias habilidades de Inteligencia Emocional.
La Inteligencia Emocional nace del
encontrarse consigo mismo para conectar con las propias emociones y comprender
la información que nos proporcionan; a la vez es también conectarnos con
nuestro pensamiento y con los estados corporales que acompañan nuestras
emociones. Esta es la base para poder orientar a nuestros estudiantes. La
comprensión y gestión de uno mismo favorecerá el encuentro armónico con el
otro.
Hoy somos conscientes de la presencia
permanente de las emociones en todo ser humano y la Neurociencia nos aporta
importante información sobre la posibilidad de tener acceso a la gestión de las
mismas. Por medio de investigaciones se ha comprobado que la regulación de
nuestras emociones influye directamente en el rendimiento de los estudios, en
el trabajo y en nuestra vida social.
La conexión y toma de conciencia de
nuestras emociones constituye la base de la Inteligencia Emocional.
Debemos orientar al alumnado en la
adquisición de la habilidad de sentir de manera consciente hasta desarrollar
una habilidad automática que le permita identificar constantemente qué se está
sintiendo, para así controlar y autoajustar el comportamiento.
El clima en el aula es determinante
para un buen desarrollo de la Inteligencia Emocional. Un ambiente en el que
todos los alumnos saben y sienten que importan, donde cada uno es respetado y
escuchado y donde existen fuertes vínculos afectivos entre todos los miembros
del grupo y su educador.
Tengamos presente que un eficiente y
completo sistema de educación se debe basar siempre en el trinomio Educador-Alumno-Familia. La familia que
acepta las emociones de sus hijos, los ayuda a hablar de ellas y les ofrece
apoyo afectivo está creando las bases para el desarrollo de la Inteligencia
Emocional.
Es realmente importante interpretar cómo
se sienten nuestros niños, sin juzgar, ni negar, ni prohibir ningún sentimiento
o emoción. Ellos necesitan que se les reconozca y se les valide su sentir.
Los padres debemos tomar conciencia
de que somos modelos emocionales y que nuestros hijos absorben directamente el
tono emocional que se vive en casa. Dado que muchos adultos todavía no han
conseguido personalmente la capacidad de autorregularse, sería conveniente
plantearse el poner en marcha este aprendizaje.
No poseer habilidades de Inteligencia
Emocional significa no reforzar aquellas capacidades que contribuyen a que las
emociones vayan a favor y no en contra de uno mismo, lo que tiene repercusiones
no solo a corto plazo, en el ámbito escolar, sino también en la edad adulta en
el ámbito laboral y social.
No tener la habilidad de autogestión
compromete la capacidad de tener y sostener relaciones satisfactorias.
La
Inteligencia Emocional puede prevenir situaciones de adición, ansiedad,
depresión, agresividad, bullying y conductas de alto riesgo.
No comments:
Post a Comment