Una
de las tareas más complicadas para un docente es lograr que, durante la clase, sus alumnos
permanezcan atentos y en silencio.
El lenguaje
verbal, no verbal y para verbal o los juegos, son algunas estrategias que se pueden
utilizar para conseguir un clima adecuado para fomentar el aprendizaje y el
silencio en el aula. Pero antes de saber cuáles son los métodos más adecuados para
lograrlo es recomendable que nos autoevaluemos; una autocrítica constructiva y
sincera es siempre una excelente herramienta de mejoramiento.
Nuestra
estrategia educativa utilizada y las técnicas que aplicamos son fundamentales
para lograr atención y silencio. Analicemos si estamos aplicando metodologías
dinámicas o, por el contrario, estáticas (clases magistrales); si el tono de
voz que utilizamos es el correcto y si el ritmo de las explicaciones es
demasiado rápido o demasiado lento.
Para
facilitar que los alumnos permanezcan en silencio, previamente, hay que
establecer (siempre juntos) normas: es una muestra de mutuo respeto. Una vez
interiorizadas las normas, es posible recurrir a estrategias vocales, escritas o usar el lenguaje físico.
Podemos
utilizar objetos conocidos aparentemente fuera de contexto, inusuales: un
semáforo, una caja de música, unos banderines, un temporizador. Total creatividad,
sin límites, siempre. Por ejemplo, si apagamos la luz repentinamente, los estudiantes luego de unos momentos de ruido, se calmarán.
Donde hay sorpresa, hay emoción; donde hay emoción, hay atención; donde hay atención, hay concentración, por ende silencio.
Lo más
importante es que lleguemos todos los días con una gran motivación (intrínseca)
y ganas de reencontrar a nuestros alumnos con los cuales pasaremos buena parte
de la jornada (y de nuestras vidas…)
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