Desde
que nacen, los niños asimilan una inmensidad de información difícil de
cuantificar, sin embargo lo logran.
Ellos nacen con aproximadamente unos 100.000 millones de
neuronas pero muy pocas conexiones, unas 253 millones (como una computadora formateada). A los 4 años ya crearon
1.000 billones de conexiones.
Cómo lo logran.
Qué hace un niño todo
el día. Juega, se divierte y mientras tanto, aprende.
Su pequeño pero maravilloso cerebro almacena una enorme cantidad
de información sin esfuerzo alguno. Los niños aman aprender por sí solos.
Nosotros no les podemos enseñar a hablar sin embargo ellos aprenden. Todos los
sonidos que nosotros los adultos producimos ellos los transforman en lenguaje y
aprenden cuándo y cómo utilizarlo. Muy complicado pero lo logran.
Toda información que entra en el cerebro de un niño
durante sus primeros años, no está controlada por la mente consciente. Ellos no
tienen ningún tipo de bloqueo o "filtro social" como los adultos. No
sienten vergüenza, no temen equivocarse. Sus cerebros son pequeñas esponjas capaces de absorber cualquier
tipo de información.
Después de los 7 años, comienza el proceso de madurez del cerebro en
el cual él tiende a enlazar las nuevas conexiones a las ya
preexistentes, por lo que el proceso de aprendizaje se torna cada vez más complejo.
Será responsabilidad del educador el ayudar al estudiante a encontrar la
importancia y utilidad de la información recibida a través de conexiones
personales y culturales asociadas con la materia (contextualizar).
Es muy importante también ayudar al estudiante a
descubrir por sí mismo un error, estimulando el desarrollo de la capacidad de autocorrección.
La creatividad pasa inevitablemente por el error.
El error esta estigmatizado en la sociedad y en el sistema de educación actual.
Equivocarse es malo, hay que evitarlo. Así a medida que el niño crece, va
perdiendo esa capacidad y se vuelve temeroso de equivocarse. El sistema anula
la capacidad creativa de los estudiantes.
A través de preguntas y
conversaciones, debemos ayudar al alumno a crear conexiones que conduzcan al
error (nunca corregir el error, saber esperar, respetar los silencios) y, una
vez descubierto, el estudiante sabrá corregirlo.
Cuando el cerebro reconoce el origen del error y lo
corrige, genera la energía suficiente para prestar más atención e interés y almacena dicha información en la memoria a largo plazo.
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