El juego a los niños no sólo les da bienestar y
felicidad, sino que tiene una función muy importante en su desarrollo armónico,
físico, social y ético-moral. Ellos aprenden a respetar las normas, a
desarrollar Empatía y a saber contar con los demás. Aprenden a ser ciudadanos, a
ser parte integrante de una sociedad.
En recientes estudios se observó que para casi
el 90% de los niños, la actividad favorita en su tiempo libre es jugar con
otros niños.
El juego es un medio de aprender y de
experimentar con la vida. Es una necesidad para crecer, para crear, para
inventar, pensar y comprender.
Lo recomendable es que los niños jueguen
cuantas más horas puedan con otros niños. Más convivencia en espacios abiertos con
juegos de grupos; menos individualidad, sin juguetes predeterminados
(generalmente por los adultos); puertas abiertas a la creatividad.
“Hoy en día la vidas de los niños se organiza en función de la de los adultos”
Los niños deben aprender a organizar y a valorar
su tiempo libre. Ellos se enfrentan a un gran número de actividades
extra escolares, como consecuencia tienen menos tiempo para jugar. Un punto de
reflexión para padres atentos al desarrollo de sus hijos.
La forma de jugar de los niños no ha cambiado
tanto como podemos creer, lo que ha cambiado son los entornos y las posibilidades
para jugar; las motivaciones y la manera de entender el juego siguen siendo las
mismas.
El principal cambio es extrínseco: La mayoría
de los juegos están previamente programados dejando poco espacio para el juego
libre que les permite imaginar, crear y equivocarse.
Otro tema es la inclusión de las tecnologías.
Sin duda son una herramienta fantástica que nos hacen la vida más fácil pero
deberíamos tener mucho cuidado con su uso y su papel en el desarrollo infantil. Como siempre, los primeros en dar el ejemplo
somos los propios padres. Estamos siempre con nuestros celulares en la mano y
eso lo ven nuestros hijos y lo imitan. Así fomentamos el individualismo y la
desconexión socio emocional desde la infancia.
Los juguetes son objetos culturales que
reflejan a una sociedad e incorporan continuamente novedades para resultar más
atractivos. Hay algunos que nunca pasan de moda. Solo tienen que tener un
elemento novedoso de atracción.
Los padres casi siempre proyectamos a nuestros
hijos la idea que en vacaciones podrán jugar todo el día a todo lo que quieran,
pero los niños necesitan jugar y divertirse todos los días del año: con juegos
diversos, al aire libre y lo más importante, con otros niños.
Los niños deben poder ser niños, correr,
saltar, gritar, ensuciarse y explorar lo desconocido. Jugar al aire libre es
positivo para la salud y el desarrollo físico y mientras juegan con sus amigos,
aprenden habilidades de socialización, interacción, cooperación y negociación.
No hay juego mejor ni peor, el juego es
productivo en sí mismo y si va acompañado de actividad física, mejor. La clave
está en dejarlos que jueguen de forma libre y sin programaciones, de manera
autónoma y responsable.
Como padres, tenemos que saber escuchar lo que
ellos nos quieran contar. No hay que preguntar mucho, sólo saber si están disfrutado
y dejar que ellos, si quieren, nos cuenten.
Podemos jugar con ellos, favoreciendo así el
vínculo afectivo y el desarrollo y la estabilidad emocional, pero sin
dirigirles el juego; que sean ellos quienes lo hagan.
A través del juego ellos aprenden a tolerar la
frustración, a que no todo puede ser inmediato y que muchas cosas requieren un
esfuerzo para conseguirlas.
Lo más importante es que los niños se
encuentren con otros niños y una vez que lo están, el juego y el aprendizaje surgen
espontáneamente.
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