a. Las normas
prohíben
b. Prohibir despierta el deseo opuesto
c. Las normas no se cumplen
Los centros
educativos están repletos de normas que se deben acatar para garantizar el buen
funcionamiento de los mismos. Estamos de acuerdo: Sin normas, el caos.
El punto es que a
nuestro cerebro y más al de un niño, no le gustan los consejos ni las órdenes
ya que no le permiten de manera autónoma e independiente, contextualizar la acción
y su eventual utilización.
Lo
primero que deberíamos hacer, nosotros Educadores, es eliminar la palabra
“No” de toda norma sin alterar el sentido de la misma. Así evitaremos la
sensación de “amenaza” que bloquea al cerebro de nuestros estudiantes. Es
importante que el cerebro interprete esa norma no como una prohibición, sino
como una recomendación.
Lo
segundo es “menos es más”. Tratemos que la lista de normas sea breve.
Lo
tercero sería implicar a los alumnos en la creación de la lista de normas.
Así como en el aprendizaje, al cerebro le gusta sentir que contribuye a la creación
de algo que lo atañe.
Lo
cuarto debería ser el hacerles partícipes de una charla en la cual
puedan intercambiar ideas y opiniones sobre cada una de las normas, analizando
las implicaciones y consecuencias de cumplirlas y de no cumplirlas.
Lo
quinto sería fomentar el trabajo en equipo y el consenso general sobre
dichas normas, reforzando de esa manera el “pacto” al que han llegado entre
todos.
Lo
sexto debería ser exponer la lista de normas en el aula de manera bien
visible.
Algunos ejemplos de cómo evitar el
“NO”
NO utilizar el celular en clase – Apagar el celular al comenzar la
clase
NO agredir a los compañeros – Respetar a los compañeros como a uno
mismo
NO comer en clase – La comida se reserva para el recreo
NO llegar tarde – Llegar a tiempo beneficia a toda la clase
Este “sistema”
puede ser aplicado también en el hogar entre padres e hijos. Los resultados son
asombrosos.
Prueben. No digan
que NO…
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