Desde los primeros años de vida, un
eficiente aprendizaje debe poder contar con tres protagonistas: Padres – Niño -
Educador. La intercomunicación entre ellos garantizará una mejor formación del
niño en todos los aspectos.
Siempre que converso con algunos padres,
denoto en la gran mayoría de los casos mucha angustia, preocupación, dudas
sobre si la educación que están dando a sus hijos es la correcta. Los padres de
hoy sufren una fuerte presión social ya que lo sistemas educativos promueven la
competición mas no la colaboración y de eso justamente se
trata: colaboración. Colaborar con
nuestros hijos, con sus educadores y con sus escuelas. Es mucho más simple de
lo que parece. El resto dejémoslo a nuestros maravillosos niños, ellos saben
cómo aprender.
Los niños aprenden constantemente. Todo lo
que está en su entorno y las experiencias a las que se enfrentan es motivo de
aprendizaje para ellos. Tocar, explorar, saborear, sentir, moverse, jugar,
ensayar, equivocarse, repetir, imitar, reír, llorar, son elementos claves para
su desarrollo intelectual y emocional y por ende, para su aprendizaje. Las
situaciones con las que los niños interactúan son estímulos para su desarrollo.
En el maravilloso e infinito recorrido del
aprendizaje de los niños, los padres (presentes)
y los educadores (atentos) jugamos un
papel determinante. Somos facilitadores que decodificamos y trasladamos esos
estímulos a los niños. Para ello, es absolutamente necesario que asumamos la
gran responsabilidad de ese rol y estemos constantemente disponibles.
Los adultos facilitamos a los niños la
comprensión de su entorno. Los juguetes y otros elementos contribuyen al
aprendizaje, pero con eso no basta. Los niños aprenden menos cuando están solos.
Con la presencia de un adulto, el aprendizaje se potencia notablemente.
Más allá de estar físicamente cerca y
brindar afecto, cariño, protección y alimentación, los adultos debemos centrarnos
en las necesidades e inquietudes de los niños y dar respuestas a éstas.
Todas estas prácticas realizadas a diario
con dedicación y perseverancia, fomentan la curiosidad del niño y lo animan a
querer seguir aprendiendo cosas nuevas. Ellos son aprendices insaciables. Todo dependerá
de nosotros.
Por eso, una de las cosas que podemos hacer
es crear siempre nuevos retos y desafíos que el niño tendrá que ir resolviendo.
La mejor forma de hacerlo es a través del juego, una actividad clave para su
aprendizaje. Crear retos cada vez más difíciles, pero alcanzables, a través de
estrategias que se adapten al interés y a la capacidad de cada niño (recordemos
que no hay dos cerebros iguales). Es fundamental una observación atenta y detallada
del niño que nos permita definir cuáles son esos intereses y esas capacidades.
Un efectivo apoyo del adulto ayuda al niño
a promover la concentración, la atención y la perseverancia. A través de diversas
actividades, con la experimentación e intento de logros (Refuerzo Positivo),
ayudamos a desarrollarle la autoestima.
A lo largo de toda la vida y desde cualquier
contexto, es muy importante que nosotros los adultos (padres y educadores),
cumplamos con este rol de facilitadores.
Seres humanos seguros, conscientes,
pensantes, bien educados; ciudadanos que todo país desearía tener.
Depende de nosotros…
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