El castigo
sigue siendo el método más utilizado sea en los hogares que en las escuelas. La
pregunta que debemos hacernos en base a los resultados obtenidos en todos estos
años es: ¿funciona?
Una buena
educación pasa por una buena disciplina pero a pesar de algunos avances, padres
y educadores aún estamos muy confundidos en cómo aplicarla. Debemos ser firmes
sin dejar de ser amables para lograr una educación efectiva, sin ser punitiva.
La Inteligencia Emocional es muy importante para lograr saber poner límites a
nuestros niños con responsabilidad, sin utilizar el castigo. Para ello
necesitamos ciertas habilidades:
Empatía
– Asertividad – Comprensión – Amor
Con firmeza y
amabilidad es mucho más probable que el comportamiento de un niño mejore por
convicción y no por miedo. Esto requiere tiempo y también una comunicación
franca y sincera. Nunca olvidemos que estamos comunicando con aquellos a quienes
tanto queremos, con aquellos que tanto nos importan: hoy niños y niñas; mañana, hombres y mujeres.
1.
Establezcamos un diálogo empático. Una buena educación empieza por interesarse
en comprender al otro. La empatía es la más rápida y efectiva manera de
comunicar con nuestros niños. A través de continuas preguntas (poderosas),
obtendremos las respuestas que permitirán una transformación apelando a la
responsabilidad y no a la represión.
2.
Centrémonos en la acción y no en la persona. Si el niño comete una mala acción,
no significa que él sea malo. Tratemos de hacer entender el motivo por el cual
esa acción fue incorrecta, evitando adjetivar al niño.
3. Hagamos
ver los beneficios. Cuando enseñamos normas a los más jóvenes, debemos ser
capaces de enfocar esas normas no desde el castigo, sino desde los beneficios
que supone cumplir con dichas normas.
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