En mi manual
“Enseñar Sin Enseñar”, escribí que nuestro cerebro decide qué aprender, cómo
aprender, cuándo aprender y, muy importante, de quién aprender.
La relación
educador-educando es clave para lograr un aprendizaje eficiente y eficaz. Una
buena conexión con el alumnado, es para los educadores una herramienta que nos
ayudará a alcanzar los mejores resultados. No es tarea fácil, pero sí muy
interesante y desafiante para todo educador apasionado por su profesión. Al
lograrlo, no solo se nos hará más fácil el camino de la enseñanza sino que
también nuestros días de trabajo serán tan placenteros que no nos parecerán trabajo,
sino puro esparcimiento. Una fantástica experiencia (envidiada por muchos).
Podríamos
comenzar con ciertas estrategias:
1. El pasillo
Hablemos con
nuestros alumnos fuera de la sala sobre argumentos que a ellos les apasionen.
Los pasillos son excelentes locaciones para conversaciones informales y
emocionantes. Como consecuencia, al entrar al aula tendremos la maravillosa
sensación de sentir el mutuo placer de encontrarnos. Una clase segura y
acogedora es el lugar ideal para enseñar y aprender.
2. Nuevos espacios
Podríamos
crear un club de lectura, de escritura, de debate o establecer horarios no
convencionales para que nuestros alumnos puedan estudiar o hacer lo que
necesiten o deseen.
3. Fuera de
clases
A los
estudiantes les encanta ver a sus profesores en eventos que no son académicos.
Juegos, partidos, conciertos, recitales; serán tema de interesantes
conversaciones de “pasillo”. La idea es transmitirles que ellos no son
considerados solo alumnos, sino personas estimadas y respetadas por sus gustos
y tendencias.
4. Respeto
Cada
estudiante es una persona que desea que su espacio sea respetado. Si ellos quieren
alejarse, si ellos no quieren que observemos lo que están haciendo, lo
demostrarán y nosotros tendremos que respetar esa decisión.
5. Un diario
Podríamos
llevar un diario en donde anotemos ideas, cosas por hacer, fechas pero sobre
todo, una lista con los nombres de nuestros estudiantes. Hacerles un
seguimiento y al observar algo positivo, alabarlo y comunicarlo a sus padres
(vía mail, mensaje, llamada). De esta manera involucraremos más a los padres
que en el proceso de aprendizaje son elementos fundamentales que muchas (demasiadas)
veces están totalmente desasociados de la escuela, ayudando así también a
mejorar la relación padres-hijos.
6. Sinceridad
Si decidimos
ser educadores es porque (así lo presumo y así lo espero, por ustedes) tenemos
la pasión por enseñar, por lo que enseñamos y a quién enseñamos, sin importar
raza, credo, religión, edad, nivel socio-económico. Demostremos a nuestros
estudiantes todos los días cuán felices y orgullosos estamos de compartir con
ellos el camino del aprendizaje, así ellos confiarán en nosotros y compartirán
ese mismo placer.
La atención,
la motivación, la concentración, llegarán solas y nos acompañarán durante toda
la clase.
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