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24/10/2018

Educación y Adolescencia: Un binomio muy interesante...



La adolescencia es un periodo crítico de vulnerabilidad, durante el cual se producen importantes procesos de maduración cerebral en distintas regiones implicadas en los procesos de inhibición de respuestas impulsivas y toma de decisiones. (Chambers, Taylor, & Potenza)

Estamos en un momento de grandes cambios: cambian las sociedades y con ellas sus culturas. La docencia debe ser consciente de ello y adecuarse a dichos cambios. Los educadores así como también los sistemas educativos deberán ser investigadores, críticos, reflexivos, autónomos y proclives a trabajar en cooperación. Conocer y profundizar cómo nuestro cerebro aprende y memoriza es y será clave para dicha adecuación.


“El docente es alguien que se sumerge en el complejo mundo del aula para comprenderla de forma crítica y vital, implicándose afectiva y cognitivamente en los intercambios inciertos, analizando los mensajes y redes de interacción, cuestionando sus propias creencias y planteamientos, proponiendo y experimentando alternativas y participando en la reconstrucción permanente de la realidad escolar». (Donald Schön)

Los grandes desafíos a los que se enfrenta cotidianamente todo apasionado educador, se acrecientan cuando sus educandos son adolescentes, una etapa de la vida de todo ser humano caracterizada por profundos y determinantes cambio psicofísicos que terminan a la edad en la que (casi siempre) logramos conseguir un rol estable e independiente en la sociedad.

Recientes estudios nos muestran que nuestro cerebro experimenta un desarrollo realmente espectacular durante el período de la adolescencia. Entre los 4 y los 22 años el volumen de materia gris se incrementa y alcanza su punto máximo en la adolescencia. Una de las regiones del cerebro que cambia más drásticamente durante la adolescencia es la corteza prefrontal que está involucrada en funciones ejecutivas, es decir, funciones de orden superior: la toma de decisiones, la planificación, la inhibición del comportamiento y en las que también están implicadas la interacción social, el entendimiento de y con otras personas y la autoconciencia. Estos cambios implican la progresiva maduración de funciones ejecutivas, que permiten mayor autonomía y control, así como habilidades metacognitivas y el desarrollo de la propia identidad. Al mismo tiempo que se produce esta maduración de funciones de orden superior, se adquiere una mayor capacidad cognitiva, que permite el pensamiento lógico y abstracto aunque los esquemas de pensamiento son aún poco flexibles, hecho que puede dificultar el aprendizaje. La construcción de la identidad y de la autonomía en la adolescencia tiene un gran impacto en el aprendizaje, tanto en la motivación como en su contrario, el desencanto, así como en la forma en que se construye el aprendizaje en interacción con el entorno social. Estos aspectos son coherentes con la hipótesis de la neurociencia que sugiere que el cerebro se construye en función de lo que se aprende, pero también en función de cómo se aprende. Dado que la motivación por el aprendizaje está muy relacionada con la identidad del adolescente y sus propias metas, este será más efectivo en la medida en que los docentes los conozcan, indaguen en su identidad individual, su posición en el grupo y puedan así acercarse, comunicarse, crear vínculo y transitar juntos un camino de acompañamiento y respeto mutuo.








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