La adolescencia es un periodo crítico de
vulnerabilidad, durante el cual se producen importantes procesos de maduración
cerebral en distintas regiones implicadas en los procesos de inhibición de
respuestas impulsivas y toma de decisiones. (Chambers,
Taylor, & Potenza)
Estamos en un
momento de grandes cambios: cambian las sociedades y con ellas sus culturas. La
docencia debe ser consciente de ello y adecuarse a dichos cambios. Los
educadores así como también los sistemas educativos deberán ser investigadores,
críticos, reflexivos, autónomos y proclives a trabajar en cooperación. Conocer
y profundizar cómo nuestro cerebro aprende y memoriza es y será clave para
dicha adecuación.
“El docente es alguien que se sumerge en el complejo
mundo del aula para comprenderla de forma crítica y vital, implicándose
afectiva y cognitivamente en los intercambios inciertos, analizando los
mensajes y redes de interacción, cuestionando sus propias creencias y
planteamientos, proponiendo y experimentando alternativas y participando en la
reconstrucción permanente de la realidad escolar».
(Donald Schön)
Los grandes
desafíos a los que se enfrenta cotidianamente todo apasionado educador, se
acrecientan cuando sus educandos son adolescentes, una etapa de la vida de todo
ser humano caracterizada por profundos y determinantes cambio psicofísicos que terminan
a la edad en la que (casi siempre) logramos conseguir un rol estable e independiente
en la sociedad.
Recientes
estudios nos muestran que nuestro cerebro experimenta un desarrollo realmente
espectacular durante el período de la adolescencia. Entre los 4 y los 22 años el
volumen de materia gris se incrementa y alcanza su punto máximo en la
adolescencia. Una de las regiones del cerebro que cambia más drásticamente
durante la adolescencia es la corteza prefrontal que está involucrada en
funciones ejecutivas, es decir, funciones de orden superior: la toma de
decisiones, la planificación, la inhibición del comportamiento y en las que
también están implicadas la interacción social, el entendimiento de y con otras
personas y la autoconciencia. Estos cambios implican la progresiva maduración
de funciones ejecutivas, que permiten mayor autonomía y control, así como
habilidades metacognitivas y el desarrollo de la propia identidad. Al mismo
tiempo que se produce esta maduración de funciones de orden superior, se
adquiere una mayor capacidad cognitiva, que permite el pensamiento lógico y
abstracto aunque los esquemas de pensamiento son aún poco flexibles, hecho que
puede dificultar el aprendizaje. La construcción de la identidad y de la autonomía
en la adolescencia tiene un gran impacto en el aprendizaje, tanto en la
motivación como en su contrario, el desencanto, así como en la forma en que se
construye el aprendizaje en interacción con el entorno social. Estos aspectos
son coherentes con la hipótesis de la neurociencia que sugiere que el cerebro
se construye en función de lo que se aprende, pero también en función de cómo
se aprende. Dado que la motivación por el aprendizaje está muy relacionada con
la identidad del adolescente y sus propias metas, este será más efectivo en la
medida en que los docentes los conozcan, indaguen en su identidad individual,
su posición en el grupo y puedan así acercarse, comunicarse, crear vínculo y
transitar juntos un camino de acompañamiento y respeto mutuo.
No comments:
Post a Comment