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21/11/2018

Me escucha, no me escucha, poco, poquito, nada…


Según un estudio científico, el cerebro humano, pese a su probada capacidad de adaptación tanto al manejo de lo abstracto como de lo concreto, no puede asumir dos tareas simultáneas que requieran un cierto grado de complejidad. Aunque pensemos que hoy en día ser “multitareas” (multitasking) es el secreto del éxito, debemos aceptar que al afrontar dos tareas nuestro cerebro no se multiplica por dos, sino que la cantidad de actividad cerebral que dedica a cada una de las tareas disminuye. En consecuencia, no logra hacer ninguna de las dos igual de bien que como lo haría por separado.

Cuando alguien nos habla, generalmente pensamos más en la respuesta que daremos que no en lo que nos están diciendo. Consecuencia: no escuchamos, solamente oímos.

En mi segundo manual “Conversar Sin Conversar”, me refiero a la importancia de distinguir entre oír y escuchar. Cuando oímos no alcanzamos a comprender la totalidad del mensaje; no atendemos ni entendemos de forma satisfactoria al otro. Cuando escuchamos, sí atendemos y entendemos a la persona que nos está expresando algo.

Admito ser algo repetitivo sobre este argumento pero mi “deformación profesional” me lleva a observar y analizar cada encuentro, cada conversación y constatar tristemente que la mayoría de las personas no escucha, simplemente oye. Una interacción se transforma simplemente en una sucesión de “monólogos a intervalos”, creyendo que estamos conversando; tan solo estamos hablando. Luego nos asombramos cuando una relación se enfría o cuando dos personas estando juntas están distantes.

A través de la escucha activa, logramos captar la totalidad del mensaje del otro y eso no facilita interpretar correctamente su significado.

1. Escuchar el contenido del mensaje.
2. Escuchar la intención del mensaje.
3. Tomar en cuenta la comunicación no verbal del hablante.
4. Controlar la propia comunicación no verbal y los filtros emocionales.
5. Escuchar sin juzgar.
6. Respetar la opinión de nuestro interlocutor.

Para lograr una escucha activa debemos:

1. Crear un clima agradable.
2. Procurar mantener una actitud positiva frente a la escucha.
3. Preparar el tema previamente.
4. Mantener una actitud empática hacia nuestro interlocutor.
5. Evitar la prisa.
6. No pretender cambiar las ideas de nuestro interlocutor.
7. Evitar distraernos.
8. No adelantar conclusiones.
9. Resumir lo que escuchamos para demostrar interés en el mensaje de nuestro interlocutor.
10. Hacer preguntas abiertas para generar un feedback con nuestro interlocutor.
11. Mantener una postura relajada.
12. Controlar los gestos que puedan distraer a nuestro interlocutor.
13. Mantener en todo momento el contacto visual.
14. Demostrar con movimientos faciales que estamos siguiendo el mensaje.
15. Utilizar entradas como “háblame de…”, “cuéntame cómo fue…”

La escucha activa que sale del corazón es la más sublime forma de expresar respeto, cariño, estima y consideración hacia nuestro interlocutor y nos permite completar con éxito todo proceso de intercomunicación.

Espero que me hayan escuchado...


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