Según un estudio
científico, el cerebro humano, pese a su probada capacidad de adaptación tanto
al manejo de lo abstracto como de lo concreto, no puede asumir dos tareas
simultáneas que requieran un cierto grado de complejidad. Aunque pensemos que
hoy en día ser “multitareas” (multitasking)
es el secreto del éxito, debemos aceptar que al afrontar dos tareas nuestro
cerebro no se multiplica por dos, sino que la cantidad de actividad cerebral
que dedica a cada una de las tareas disminuye. En consecuencia, no logra hacer ninguna
de las dos igual de bien que como lo haría por separado.
Cuando alguien
nos habla, generalmente pensamos más en la respuesta que daremos que no en lo
que nos están diciendo. Consecuencia: no escuchamos, solamente oímos.
En mi segundo
manual “Conversar Sin Conversar”, me refiero a la importancia de distinguir
entre oír y escuchar. Cuando oímos no alcanzamos a comprender la totalidad del
mensaje; no atendemos ni entendemos de forma satisfactoria al otro. Cuando
escuchamos, sí atendemos y entendemos a la persona que nos está expresando
algo.
Admito ser algo
repetitivo sobre este argumento pero mi “deformación profesional” me lleva a
observar y analizar cada encuentro, cada conversación y constatar tristemente
que la mayoría de las personas no escucha, simplemente oye. Una interacción se
transforma simplemente en una sucesión de “monólogos a intervalos”, creyendo
que estamos conversando; tan solo estamos hablando. Luego nos asombramos cuando
una relación se enfría o cuando dos personas estando juntas están distantes.
A través de la
escucha activa, logramos captar la totalidad del mensaje del otro y eso no
facilita interpretar correctamente su significado.
1. Escuchar el contenido del mensaje.
2. Escuchar la intención del mensaje.
3. Tomar en cuenta la comunicación no verbal del
hablante.
4. Controlar la propia comunicación no verbal y los
filtros emocionales.
5. Escuchar sin juzgar.
6. Respetar la opinión de nuestro interlocutor.
Para lograr una
escucha activa debemos:
1. Crear un
clima agradable.
2. Procurar
mantener una actitud positiva frente a la escucha.
3. Preparar el
tema previamente.
4. Mantener una
actitud empática hacia nuestro interlocutor.
5. Evitar la
prisa.
6. No pretender
cambiar las ideas de nuestro interlocutor.
7. Evitar
distraernos.
8. No adelantar
conclusiones.
9. Resumir lo
que escuchamos para demostrar interés en el mensaje de nuestro interlocutor.
10. Hacer
preguntas abiertas para generar un feedback
con nuestro interlocutor.
11. Mantener una
postura relajada.
12. Controlar
los gestos que puedan distraer a nuestro interlocutor.
13. Mantener en
todo momento el contacto visual.
14. Demostrar
con movimientos faciales que estamos siguiendo el mensaje.
15. Utilizar
entradas como “háblame de…”, “cuéntame
cómo fue…”
La escucha
activa que sale del corazón es la más sublime forma de expresar respeto, cariño,
estima y consideración hacia nuestro interlocutor y nos permite completar con
éxito todo proceso de intercomunicación.
Espero que me hayan escuchado...
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