Todos sentimos la necesidad de un maestro.
En cualquier momento, en cualquier lugar, a cualquier edad. Deseamos, tal vez inconscientemente, una guía que nos muestre el camino, sin presionarnos, solamente motivándonos a visualizarlo.
"Maestro"
era un título en homenaje a los grandes contemporáneos del Renacimiento Italiano. Hoy en día esa palabra ha sido trivializada. En las escuelas se
piensa que maestro es menos prestigioso que docente. "Maestro" no es
un título codiciado. Pocos parecen interesados en llegar a serlo.
Ser maestro
es un compromiso: una auto-certificación de generosidad y altruismo que no
empatiza con el egoísmo e individualismo contemporáneos.
Los maestros
nos ayudan, nos sugieren, nos inspiran para que logremos conectar con nuestro
verdadero “Yo”. Nos enseñan otras perspectivas, nos indican nuevos caminos para
la toma, muchas veces, de difíciles decisiones.
Para un
verdadero maestro, la mejor recompensa es el honor de transmitir algo, el
placer de ayudar a los que vienen después.
Los momentos
se desvanecen, los gestos permanecen.
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