Somos lo que comemos (cuerpo) y lo que aprendemos (mente).
Una buena educación es la herramienta
necesaria para que podamos desarrollarnos de forma autónoma a la largo de
nuestra vida. En cambio, una mala educación nos impide que alcancemos nuestra
máxima plenitud y por ende satisfacción y felicidad.
La responsabilidad de padres y educadores
es saber si con nuestras acciones educativas estamos dejando huellas o
cicatrices. Porque aunque partamos de la premisa de que ningún padre o educador
pretende dejar cicatrices de forma consciente, desafortunadamente eso sucede
muy a menudo.
1.
Estudiar, como se entiende tradicionalmente, implica que todo el
esfuerzo requerido sea mental y el cuerpo deba permanecer inmóvil. Se premia la
quietud y se castiga el movimiento. El aprendizaje puede y debe ser compartido,
colaborativo y kinestésico y puede requerir de diferentes acciones simultáneas
para que resulte significativo para el alumno.
2.
Aprender en la escuela es necesariamente aburrido y necesita
obligatoriamente de un punto de sacrificio por parte del alumno, que debe
disciplinarse para sobrellevar el aburrimiento. La diversión, la sorpresa, el
entretenimiento (Fun Factor) no son enemigos del aprendizaje, al contrario, son
elementos indispensables para alcanzarlo, pues predisponen y motivan al alumno.
3.
Todos debemos aprender lo mismo y de la misma forma porque lo dice el
currículum. Se tiene miedo a lo diferente, a buscar soluciones personales y
creativas, se castiga lo que se escapa de la norma, de lo estipulado. En la
educación tradicional el alumno es juzgado a partir de una cifra que juzga como
bueno si esa cifra es “suficiente” y como malo si esa cifra es “insuficiente”.
Educar a cada alumno para que desarrolle su talento individual es lo mejor para
el individuo y para la sociedad.
4.
Los alumnos tienen la mente en blanco y nosotros debemos llenarla de
datos. Si las cosas no se saben, los alumnos no saben nada. La memoria es
importante y debe trabajarse en la escuela pero como una capacidad más, no como
la única capacidad para alcanzar el aprendizaje.
5.
Los niños sueñan con dragones y pelotas, las niñas con princesas y
muñecas. Reforzar estereotipos sexistas limita el desarrollo y el potencial de
los alumnos ya que impide que desarrollen su máximo potencial como personas.
Dejemos que cada cual desarrolle sus potencialidades en función de sus
intereses y no en función de los nuestros.
Tenemos que cambiar nuestra manera de
educar, desmontando lo que sabemos. Tenemos que desaprender para reaprender a construir
nuevas prácticas docentes.
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