La imperiosa necesidad de ser feliz a toda
costa crece exponencialmente en todo el mundo.
“No hay nada imposible”; “Si puedes soñarlo
puedes hacerlo”; “Si una puerta se cierra otra puerta se abre”; “Sonríe a la
vida y la vida te sonreirá”; “Todo depende de cómo veas el vaso”; “No hay
problema sin solución”…
La imperiosa necesidad de ser feliz a toda
costa crece exponencialmente en todo el mundo.
Curiosamente y según estadísticas, la
infelicidad es directamente proporcional al bienestar material de un país. Los
países cuya población “lo tiene todo” y “no le falta nada” es donde ocurren los
mayores casos de suicidios, de consumo de psicofármacos, de alto grado de
alcoholismo.
Cursos, charlas, encuentros, libros en los
cuales nos dicen que al día siguiente nuestra vida cambiará y comenzarán a
sucedernos cosas fantásticas, experiencias inolvidables… Frases positivas que
nos rodean por todas partes, “selfies”, redes sociales inundadas de “sonrisas”
de gente “feliz”.
Al día siguiente nada de eso sucede y así
en vez de sentirnos mejor, nos sentimos aún peor ya que si nos dijeron que
nuestra vida cambiaría y no lo hace es porque evidentemente no servimos, somos
un fiasco, unos perdedores. El “Efecto
Boomerang”.
El objetivo en nuestra vida es intentar
estar lo mejor posible, el problema es saber cómo lograrlo. No hay fórmulas
mágicas (hay fármacos mágicos ...). La felicidad no es un producto que se puede comprar; una receta fácil y sencilla de hacer.
Cada cerebro en base a sus Mapas Mentales tratará de
buscar la manera de encontrar el camino del bienestar espiritual y emocional
pero eso no garantiza que lo logre.
No podemos obligar a nuestro Cerebro a ver
siempre el vaso medio lleno, a veces está medio vacío porque nuestras
conexiones emocionales nos llevan a verlo así y forzar otra interpretación es
un error que nos llevará a ulteriores frustraciones, depresiones, ansias y
tristezas.
Aceptar la realidad y no confundir
Optimismo con Irrealismo es una buena manera de vivir: “Espero tener un buen
vuelo y que el avión no se caiga” o “Mi vuelo va a ser bueno y el avión no se
caerá”.
Una actitud optimista desmedida,
difícilmente nos traerá la felicidad, es más, puede causarnos efectos
contrarios.
– Expectativas desajustadas.
Si tendemos a pensar que conseguiremos todo
aquello que nos propongamos sí o sí, que todo en la vida es bonito, que sólo
hay que saber enfocarlo, y que manteniendo una actitud positiva conseguiremos
la felicidad, estaremos actuando y decidiendo motivados por la anticipación de
una suma de acontecimientos que si no se corresponden con los que hemos estado
anticipando es muy posible que lo que experimentemos no sea precisamente
felicidad sino todo lo contrario.
Hoy más que nunca, nos confrontamos con una
variable cultural muy poderosa que tiene que ver con nuestra sociedad
consumista que hace que asociemos felicidad con bienes materiales. La
adquisición de bienes materiales nos brinda comodidad, sentido de pertenencia a
una clase social, el sentirse halagado por el entorno, pero no nos otorga felicidad. Por
el contrario, es una espiral que no tiene fin, siempre necesitaremos algo más y
algo nuevo o de moda para ser “felices”.
– Poca tolerancia a la frustración, a la
incertidumbre y a las emociones negativas.
Esta filosofía de la felicidad “obligada” no
contribuye a enseñarnos a aceptar que el mundo y la vida a veces son injustos,
que las emociones negativas tienen una función y un sentido y que las viviremos
queramos o no.
No nos preparan para esperar, para
aguantar, para aceptar que fracasaremos, que seremos criticados, descartados,
“enjuiciados”.
No nos habituaron a tolerar el malestar, el
sufrimiento, la incertidumbre. Esto supone que cuando esas situaciones y
emociones llegan (y siempre llegan) no tengamos herramientas y estrategias para
manejarlas y regularlas.
El resultado: ansiedad, malestar,
infelicidad…y mucho trabajo para los terapeutas…
No comments:
Post a Comment