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08/02/2017

El optimismo “obligado”…




La imperiosa necesidad de ser feliz a toda costa crece exponencialmente en todo el mundo. 












“No hay nada imposible”; “Si puedes soñarlo puedes hacerlo”; “Si una puerta se cierra otra puerta se abre”; “Sonríe a la vida y la vida te sonreirá”; “Todo depende de cómo veas el vaso”; “No hay problema sin solución”…

La imperiosa necesidad de ser feliz a toda costa crece exponencialmente en todo el mundo.

Curiosamente y según estadísticas, la infelicidad es directamente proporcional al bienestar material de un país. Los países cuya población “lo tiene todo” y “no le falta nada” es donde ocurren los mayores casos de suicidios, de consumo de psicofármacos, de alto grado de alcoholismo.

Cursos, charlas, encuentros, libros en los cuales nos dicen que al día siguiente nuestra vida cambiará y comenzarán a sucedernos cosas fantásticas, experiencias inolvidables… Frases positivas que nos rodean por todas partes, “selfies”, redes sociales inundadas de “sonrisas” de gente “feliz”.
Al día siguiente nada de eso sucede y así en vez de sentirnos mejor, nos sentimos aún peor ya que si nos dijeron que nuestra vida cambiaría y no lo hace es porque evidentemente no servimos, somos un fiasco, unos perdedores. El “Efecto Boomerang”.

El objetivo en nuestra vida es intentar estar lo mejor posible, el problema es saber cómo lograrlo. No hay fórmulas mágicas (hay fármacos mágicos ...). La felicidad no es un producto que se puede comprar; una receta fácil y sencilla de hacer.

Cada cerebro en base a sus Mapas Mentales tratará de buscar la manera de encontrar el camino del bienestar espiritual y emocional pero eso no garantiza que lo logre.

No podemos obligar a nuestro Cerebro a ver siempre el vaso medio lleno, a veces está medio vacío porque nuestras conexiones emocionales nos llevan a verlo así y forzar otra interpretación es un error que nos llevará a ulteriores frustraciones, depresiones, ansias y tristezas.

Aceptar la realidad y no confundir Optimismo con Irrealismo es una buena manera de vivir: “Espero tener un buen vuelo y que el avión no se caiga” o “Mi vuelo va a ser bueno y el avión no se caerá”.

Una actitud optimista desmedida, difícilmente nos traerá la felicidad, es más, puede causarnos efectos contrarios.

Expectativas desajustadas.
Si tendemos a pensar que conseguiremos todo aquello que nos propongamos sí o sí, que todo en la vida es bonito, que sólo hay que saber enfocarlo, y que manteniendo una actitud positiva conseguiremos la felicidad, estaremos actuando y decidiendo motivados por la anticipación de una suma de acontecimientos que si no se corresponden con los que hemos estado anticipando es muy posible que lo que experimentemos no sea precisamente felicidad sino todo lo contrario.

Hoy más que nunca, nos confrontamos con una variable cultural muy poderosa que tiene que ver con nuestra sociedad consumista que hace que asociemos felicidad con bienes materiales. La adquisición de bienes materiales nos brinda comodidad, sentido de pertenencia a una clase social, el sentirse halagado por el entorno, pero no nos otorga felicidad. Por el contrario, es una espiral que no tiene fin, siempre necesitaremos algo más y algo nuevo o de moda para ser “felices”.


Poca tolerancia a la frustración, a la incertidumbre y a las emociones negativas.
Esta filosofía de la felicidad “obligada” no contribuye a enseñarnos a aceptar que el mundo y la vida a veces son injustos, que las emociones negativas tienen una función y un sentido y que las viviremos queramos o no.

No nos preparan para esperar, para aguantar, para aceptar que fracasaremos, que seremos criticados, descartados, “enjuiciados”.

No nos habituaron a tolerar el malestar, el sufrimiento, la incertidumbre. Esto supone que cuando esas situaciones y emociones llegan (y siempre llegan) no tengamos herramientas y estrategias para manejarlas y regularlas.

El resultado: ansiedad, malestar, infelicidad…y mucho trabajo para los terapeutas…

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