El consumo de todo tipo de tranquilizantes se
ha multiplicado en la última década.
El no desarrollo de inteligencia emocional
causa un aumento en el consumo de psicofármacos, especialmente entre los
jóvenes.
Las posibles causas:
Los jóvenes están muy presionados.
Muchos jóvenes cuentan con una buena
preparación académica, pero no tienen una buena preparación emocional. Cómo
aplicar esa preparación haciendo lo que realmente les gusta, el valor de
decidir lo que realmente les apasiona, el afrontar las dificultades que esas
decisiones implican sumado a las pocas oportunidades del mercado laboral, les
genera desesperanza, tristeza o sensación de inadaptación en su entorno. Muchas
veces, desafortunadamente, para hacer frente a este cóctel de emociones y a la tendencia
a encontrar soluciones rápidas, se recurre sistemáticamente a la farmacología
(o cualquier otro “evasor” tipo alcohol, droga, etc.).
Educamos a los jóvenes solo para ser
felices.
Es necesaria una educación emocional.
La sociedad no educa a aprender a convivir y gestionar las adversidades de la
vida, sino para ser feliz y tener éxito siempre. Se envía el mensaje de que
debemos vivir sin dolor a toda costa y si aparece, eliminarlo en el menor
tiempo posible. El problema es que los “evasores” solo otorgan breves momentos
de tranquilidad y felicidad sin atacar las verdaderas causas que generan ese
estado, creando una adicción muy peligrosa y posibles efectos colaterales en el
mediano y largo plazo, aún desconocidos. Es necesario elaborar un plan de
acción conjunta (familia – escuela – sociedad) que logre dar respuestas
concretas a las necesidades de los jóvenes.
Las mujeres consumen más que los hombres
Entre los jóvenes, las mujeres son el otro
grupo más presionado porque en la mayoría de los casos recae sobre ellas la
responsabilidad familiar y la precarización laboral (cobran menos que los
hombres y ocupan cargos menos importantes). La mujer sigue predominando en los
trabajos que conllevan más desgaste psicológico, como maestras, enfermeras,
psicólogas, pedagogas.
Recurrir a fármacos u otras sustancias, no
debería ser considerada una solución. Habría que hacer un análisis integral, no
solo sanitario, de los motivos que han llevado tanto a los jóvenes como al
resto de la sociedad a aumentar el consumo de estos.
Si no se abordan los determinantes sociales
que pueden estar afectando a la franja social que consume estos medicamentos, será
difícil cambiar la situación porque el actual sistema sanitario – social –
cultural, no tiene las herramientas para dar las respuestas adecuadas.
En este sentido, la gestión de las
emociones juega un rol fundamental: Las personas deben aprender a utilizar y
gestionar sus recursos emocionales, a relacionarse con los demás afectiva y
positivamente y a saber generar contextos constructivos.
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