Un novedoso sistema escolar debería tomar en
cuenta el desarrollo de habilidades como el espíritu crítico, la capacidad
emprendedora, el trabajar en equipo, el comunicar, el comprender lo que nos
comunican, la empatía, sin embargo eso en la mayoría de los casos, no está
sucediendo.
Me gustaría retomar un tema que considero
fundamental para el proceso de innovación que requiere, exige y necesita la
Educación.
Seguimos focalizando nuestra atención en la
figura del educador, sin duda la más importante ya que es la persona que a
través del contacto permanente con sus alumnos puede poner en práctica los
cambios necesarios para un mejor y más efectivo aprendizaje. Pero no debemos
olvidar que el educador se desenvuelve dentro de una estructura escolar (o universitaria)
que puede apoyar, limitar o hasta frustrar sus deseos y capacidades de
innovación.
Un novedoso sistema escolar debería tomar en
cuenta el desarrollo de habilidades como el espíritu crítico, la capacidad
emprendedora, el trabajar en equipo, el comunicar, el comprender lo que nos
comunican, la empatía, sin embargo eso en la mayoría de los casos, no está
sucediendo.
Parafraseando una afirmación de Ken Robinson, el
actual sistema educativo es absolutamente contrario a los procesos de
aprendizaje que favorecen y alimentan la capacidad creativa de niños y jóvenes,
siendo esta la habilidad más demandada en una sociedad hiperconectada que
avanza, que cambia y crece de manera exponencial y en la que sólo aquellos que
estén preparados y sean lo suficientemente flexibles, creativos y proactivos
para adaptarse o anticiparse a los procesos de cambios constantes, podrán
sobrevivir y triunfar.
¿Qué características debería tener un centro
educativo según estas premisas?
1.- Celebrar y
recompensar los logros colectivos
Lamentablemente, la gran mayoría de las
escuelas recompensan y celebran los logros individuales, dado que son más
fácilmente evaluables fomentando así la competencia en vez de la colaboración.
Los procesos creativos son un “deporte” de equipo, en los que la colaboración y
la cooperación son fundamentales.
2.- Interconectar las
distintas líneas académicas
En la mayor parte de las unidades educativas,
se siguen considerando las materias como elementos separados entre sí. La
creatividad y la innovación se basan en la interdisciplinaridad y en el
aprendizaje basado en proyectos donde todas las materias juegan un papel
importante.
3.- Favorecer la
asunción de riesgos y considerar el error como parte del aprendizaje
Corregir un error o recuperarse de un fracaso no
solo es la base para un efectivo aprendizaje, sino es la mejor manera de construirse una sana Inteligencia Emocional y autoestima. El actual sistema
educativo se basa en que los estudiantes estudien y respondan solo aquello que desea
el maestro, eludiendo así fallos y riesgos. La creatividad está directamente
relacionada con la toma de riesgos y con la posibilidad de cometer errores y
aprender de ellos.
Sin ensayo, prueba, error e iteración no existen
ni creatividad, ni innovación.
En educación, como en la vida, el principal
medio para el aprendizaje es el error y no el acierto; solo aprendemos cuando
necesitamos mejorar. Los errores o fracasos son dolorosos y como padres y
educadores intentamos, erróneamente, proteger a nuestros hijos y alumnos de
esos tan temidos momentos. Vivimos en una sociedad sobreprotectora con padres
sobreprotectores (y maestros penalizadores) que quieren hijos perfectos que no
cometan errores, que no saquen malas notas para que puedan, “garantizarse” un cómodo
y estable (mas no sabemos si feliz) futuro laboral (y vida). Si a los alumnos
les damos la suficiente confianza para poder equivocarse o fallar sin
penalizarlos, les estamos empoderando para no tener miedo a probar nuevas ideas
y experiencias, fuente de toda originalidad, creatividad y principio básico de
la innovación. Solo probando y arriesgando, podemos innovar y avanzar.
4.- Evitar el consumo
pasivo y promover la creación de conocimiento y el espíritu crítico
En la sociedad actual, las escuelas se han
convertido en la principal fuente de buenos y leales “consumidores”. En ellas
se imparte una educación vertical directamente ligada al consumo pasivo. Los
alumnos reciben un constante e intenso bombardeo de información ya pensada y
organizada para facilitarles y acelerar su “aprendizaje” cuya meta final es la
de conseguir buenas notas (motivación extrínseca). Por el contrario, el conocimiento
debe impartirse de forma proactiva y participativa de manera tal de desarrollar
la capacidad crítica de los alumnos y su motivación intrínseca (la verdadera
motivación).
5.- Contar con
incentivos intrínsecos para el aprendizaje
Las escuelas que fomentan una formación
creativa, basan su educación en la motivación intrínseca, aquella que
verdaderamente nos impulsa a crear, innovar, arriesgar, la que nos hace
perseguir un propósito, un sueño, una pasión, la que nos impulsa a ser mejores,
a crecer, a vivir más plenamente.
6.- Potenciar las
disciplinas relacionadas con el arte y las humanidades
Desafortunadamente, en muchos sistemas
educativos occidentales, se están reduciendo las horas de clases de arte y
humanidades: Filosofía, Música, Plástica, Idiomas, Danza son consideradas
materias “secundarias” porque no son “útiles”. Distintas investigaciones
científicas demuestran que el estudio de materias humanísticas potencia en el
alumnado una sensibilidad a través de la cual se desarrolla una ética muy
sólida, a la vez que se estimulan y potencian otras series de destrezas y
habilidades fundamentales para fluir con éxito en esta sociedad actual, a
saber:
·
La
concentración, la atención, la reflexión.
·
La
perseverancia y la constancia.
·
Las
múltiples perspectivas, soluciones y respuestas.
·
El
concepto de emprendimiento.
·
El
expresarse y el comunicar sin necesidad de palabras.
·
La
importancia de desarrollar relaciones cualitativas (y no cuantitativas).
·
La
importancia del trabajo en equipo.
·
El
desarrollo de habilidades creativas.
·
El
fomentar la tolerancia y la apertura de miradas.
7.- Poseer espacios
flexibles, alegres y creativos (el “tercer
profesor”- Loris Malaguzzi)
Se ha demostrado que alumnos en un aula amplia,
con ventanales, luz natural, con plantas naturales rinden mucho mejor que sus
homólogos en aulas pequeñas, sin colores y pobremente iluminadas.
Se necesitan estructuras y modelos de
participación que garanticen la representación y el protagonismo de todos los
actores –dirección, profesorado, personal de administración y servicios,
familias- para la discusión, reflexión y toma de decisiones, con un solo gran
objetivo: el de formar nuevos ciudadanos preparados para afrontar retos muchos
de ellos, aún desconocidos.