Un alumno feliz tiene mejor disponibilidad al aprendizaje, está más despierto, más activo, más concentrado, presta más atención y se relaciona mejor con sus compañeros y profesores.
1.Sostener una escucha activa y auténtica. Los alumnos
se sentirán valorados, sentirían que su profesor se preocupa por ellos y que
intenta comprenderlos.
2.Tener siempre buen humor y una actitud positiva. Un profesor que está cómodo
en clase y que disfruta con su trabajo, contagiará esa alegría y emoción a su
alumnado.
3.Dar
importancia a las emociones y a los sentimientos. No todo es información. El
estado de ánimo y cómo se sientan los alumnos va a influir muchísimo en el
proceso de aprendizaje.
4.Cambiar escenarios. La rutina aburre, el aburrimiento distrae, un cerebro distraído no aprende,
mucho menos memoriza. Si no es posible cambiar locación, modificar la
estructura de la clase periódicamente, generando para ello un breve momento de
caos y diversión. El alumnado se va a sorprender, se divertirá y seguramente estarán
más atentos, activos y despiertos.
5.Trabajar en equipo. El trabajo grupal fomenta el respeto a las opiniones de los demás, la
tolerancia a los pensamientos e ideas del otro, resalta la importancia de la
diversidad, de la imaginación y de la creatividad colaborativa.
6. Concientizar a los estudiantes de su aprendizaje. Sean ellos los que propongan una solución al docente
basándose en investigaciones y búsquedas de información. De esta manera, sienten
que están construyendo su propio trayecto de aprendizaje y los hace sentir más
seguros.
7.Evitar la educación pasiva, fomentando el
pensamiento crítico. Generar debates, en donde los
estudiantes puedan expresar su propia opinión respecto a un tema, tengan que reflexionar,
tengan que preguntar.
8. Desdramatizar el error. El docente tiene que transmitir a los estudiantes que todo aprendizaje pasa
por el error. Cometer errores significa que lo estamos intentando y que estamos
aprendiendo.
9.Interesarse en los estudiantes. Hablar con ellos dentro
y fuera de la clase les hace sentirse tomados en
cuenta. Esa sensación relaja y tranquiliza.
10.Divertirse en clase. Jugar estimula el cerebro de los estudiantes, les hace sonreír, les aleja
de las presiones (calificaciones, notas, exámenes, agobios) y aumenta la
concentración.
La revolución de la Educación tiene que
lograr que los estudiantes pasen del fastidio de aprender al placer de
aprender.
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