El Silencio
no nos pertenece más.
Estamos abrumados por ruidos de todo tipo, de forma
continua y a lo largo de todas nuestras jornadas. Ruidos ensordecedores,
intrusivos y molestos que afectan nuestro bienestar.
Tráfico,
teléfonos, televisión, música a todo volumen, no permiten concentrarnos y
enfocarnos en nuestro presente.
El Silencio nos relaja, nos invita a la reflexión. Tal vez estas
acciones son tan temidas que a menudo nosotros mismos queremos cubrir el
silencio con ruido. Para evitar reflexionar, pensar, porque estamos incómodos
en ese vacío solo con nosotros mismos y necesitamos llenarlo de inmediato con cualquier cosa que nos “distraiga”.
El Silencio
es parte fundamental de una buena y sana comunicación. ¿Quién de nosotros logra mantener
silencio durante una conversación? Tratamos evitarlo a toda costa con palabras
a veces sin sentido. El Silencio nos pesa, porque ya no somos capaces de
comunicarnos con él, tenemos que recurrir a las palabras, de otro modo nos
sentimos perdidos.
Hemos
olvidado que en un diálogo respetuoso y fructífero, son necesarias pausas de silencio en las
cuales damos la oportunidad a nuestro cerebro de asimilar para reflexionar y
para escuchar activamente a nuestro interlocutor. Sólo de esta manera podemos producir
palabras de forma constructiva y positiva. De lo contrario ellas saldrán en
ráfagas sin sentido, sólo por la necesidad de querer llenar ese vacío.
Nuestro cerebro "metropolitano" ya no está habituado a convivir con el Silencio y así, pensamientos
y preocupaciones invaden nuestras vidas y nos impiden degustar silenciosamente
el momento en que vivimos.
Empecemos a
saborear el Silencio un poco a la vez y entendamos que no hay que evitarlo, por
el contrario, hay que amarlo e incluirlo en nuestra cotidianeidad.
El Silencio
nos brinda calma, ayuda a relajarnos, a pensar, nos permite escuchar otros sonidos que no tienen nada que ver con los ruidos abrumadores
creados por nuestras ciudades. El Silencio nos obliga a detenernos unos
instantes y abandonar la prisa.
Encontremos
un lugar tranquilo para pasar, cada día, un poco de tiempo en silencio.
Apaguemos
televisión, radio, teléfonos móviles y dediquemos unos minutos al Silencio. Estemos
solos o en pareja, en familia, entre amigos, practiquemos el Silencio;
obtendremos resultados maravillosos.
Desafortunadamente,
nuestro Cerebro está acostumbrado al ruido, no le molesta, por lo que no puede
comprender el impacto negativo que tiene sobre nuestra calidad de vida.
Si logramos
habituar a nuestro Cerebro a convivir con el Silencio, obtendremos momentos de
verdadero bienestar, haciendo que el ruido se vuelva cada vez más insoportable.
Tenemos que
reeducar a nuestro cerebro al Silencio.
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