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12/12/2016

El Silencio, nuestro amigo olvidado…



El Silencio no nos pertenece más. 

Estamos abrumados por ruidos de todo tipo, de forma continua y a lo largo de todas nuestras jornadas. Ruidos ensordecedores, intrusivos y molestos que afectan nuestro bienestar.
Tráfico, teléfonos, televisión, música a todo volumen, no permiten concentrarnos y enfocarnos en nuestro presente.

El Silencio nos relaja, nos invita a la reflexión. Tal vez estas acciones son tan temidas que a menudo nosotros mismos queremos cubrir el silencio con ruido. Para evitar reflexionar, pensar, porque estamos incómodos en ese vacío solo con nosotros mismos y necesitamos llenarlo de inmediato con cualquier cosa que nos “distraiga”.

El Silencio es parte fundamental de una buena y sana comunicación. ¿Quién de nosotros logra mantener silencio durante una conversación? Tratamos evitarlo a toda costa con palabras a veces sin sentido. El Silencio nos pesa, porque ya no somos capaces de comunicarnos con él, tenemos que recurrir a las palabras, de otro modo nos sentimos perdidos.

Hemos olvidado que en un diálogo respetuoso y fructífero, son necesarias pausas de silencio en las cuales damos la oportunidad a nuestro cerebro de asimilar para reflexionar y para escuchar activamente a nuestro interlocutor. Sólo de esta manera podemos producir palabras de forma constructiva y positiva. De lo contrario ellas saldrán en ráfagas sin sentido, sólo por la necesidad de querer llenar ese vacío.

Nuestro cerebro "metropolitano" ya no está habituado a convivir con el Silencio y así, pensamientos y preocupaciones invaden nuestras vidas y nos impiden degustar silenciosamente el momento en que vivimos.

Empecemos a saborear el Silencio un poco a la vez y entendamos que no hay que evitarlo, por el contrario, hay que amarlo e incluirlo en nuestra cotidianeidad.

El Silencio nos brinda calma, ayuda a relajarnos, a pensar, nos permite escuchar otros sonidos que no tienen nada que ver con los ruidos abrumadores creados por nuestras ciudades. El Silencio nos obliga a detenernos unos instantes y abandonar la prisa.

Encontremos un lugar tranquilo para pasar, cada día, un poco de tiempo en silencio.

Apaguemos televisión, radio, teléfonos móviles y dediquemos unos minutos al Silencio. Estemos solos o en pareja, en familia, entre amigos, practiquemos el Silencio; obtendremos resultados maravillosos.

Desafortunadamente, nuestro Cerebro está acostumbrado al ruido, no le molesta, por lo que no puede comprender el impacto negativo que tiene sobre nuestra calidad de vida.

Si logramos habituar a nuestro Cerebro a convivir con el Silencio, obtendremos momentos de verdadero bienestar, haciendo que el ruido se vuelva cada vez más insoportable.


Tenemos que reeducar a nuestro cerebro al Silencio.

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