En la
medida en que los niños pasan de la primaria a la secundaria, la presencia de los
padres en las escuelas disminuye cada vez más.
En la
secundaria, los padres visitan a los profesores de sus hijos solamente si hay
algún serio problema de conducta o de calificaciones. A veces ni siquiera se
molestan en trasladarse hasta la escuela, comunican con los profesores por
email…
…“Los padres hoy en día están <demasiado ocupados> para <perder> tiempo en una conversación con los profesores de sus
hijos…”
La mayor
parte de los padres piensan que todo lo que tenga que ver con educación es
responsabilidad de la escuela y de los profesores. Si el alumno obtiene bajas
calificaciones o tiene problemas de conducta, es culpa de los profesores.
Así es
como las escuelas se convirtieron en <depósitos> en donde los
padres dejan a sus hijos por unas horas, mientras se dedican a sus labores (o
placeres) cotidianos.
Un
mecanismo para lograr reunirse con los padres (sin que ellos lo sientan como una
obligación) podría ser organizar, mensualmente, un encuentro en el aula fuera
de las horas de clases, con bebidas (no alcohólicas, por favor) y algo para
“picar”. Eso le dará un tono de informalidad al encuentro.
Recordemos que al cerebro le gusta divertirse
(incluso el de los padres).
De esa
manera, a través de placenteras e informales conversaciones, nosotros
educadores podemos tener una panorámica más clara y precisa de la situación familiar
de cada alumno para así poder consolidar aún más nuestra relación con ellos.
“Para comprender la mente de un alumno, debemos
conocer las mentes de sus padres.”
Si
logramos establecer una relación empática, de confianza, de estima mutua con
los padres, tendremos unos invalorables aliados en nuestro trabajo como
educadores.
“Los padres son parte fundamental en el proceso de
aprendizaje de los niños.”
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