En
cualquier idioma se digan, las tareas en casa son generadoras de los más
angustiosos sonidos guturales y de desesperación por parte de nuestros alumnos.
Tareas o
no Tareas, esa
es la cuestión…
Según algunos
datos, los niños dedican entre 4 y 8 horas semanales a hacer las tareas en
casa.
Las opiniones
más acertadas, según mi criterio, hablan de lograr un equilibrio sin
suprimirlas completamente.
Como
Educadores debemos tratar que las tareas sean eficaces, adecuadas y principalmente,
no sean una pesadilla para nuestros alumnos. Debemos lograr que ellos deseen
hacerlas y así evitar que las deleguen a sus padres cosa que sucede muy a
menudo y que no aporta ningún elemento al aprendizaje del estudiante.
Personalizadas. En la medida de lo
posible se deben adecuar a las necesidades y capacidades de cada alumno.
A largo plazo. Las tareas deben incluir
proyectos que duren varios días, semanas o incluso meses.
Formadoras de hábito. Las
tareas deben estar estructuradas para crear el hábito de estudio y una buena
disciplina.
Innovadoras. En vez de repetir lo explicado
en clase, las tareas deben ir más enfocadas a ampliar conocimientos y a crear
más preguntas por parte del alumno.
Breves. Sobre todo para los más
pequeños, deben ser breves y se deben centrar en las competencias básicas.
Lúdicas. Siempre el Factor Diversión
(FD) tiene que estar presente.
Prácticas. Deben dar la posibilidad de
aplicar lo que aprenden en el mundo que les rodea para relacionarlas con la
vida cotidiana. El Cerebro necesita contextualizar la información que recibe.
Con el nivel adecuado. Los
alumnos deben ser capaces de hacer las tareas por sí solos, por lo tanto, se
deben nivelar para que les sea posible hacerlo.
Pocas. No debemos saturar a los
alumnos fuera del aula con grandes cantidades de tareas.
El tiempo
libre (si al aire libre, mejor) es muy importante para la formación y el desarrollo
de los niños.