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29/05/2017

Cognitive Empathy to bond with our kids…


We must remember that teenagers always think in advance that their parents do not understand them.

Our brain develops rapidly during the adolescence. In these tumultuous years, hormones surge, bodies change and adolescents must face a number of social and academic challenges, such as managing their relationships, coping with social rejection, graduating from school or preparing for university admission. These worries can take a definitive toll on a teenager’s emotional health, which partially explains why teens experience anger, sadness and frustration so intensely.

A survey found that teens report feeling even more stressed than adults did, and that this affects them in unhealthy ways. Approximately 30 percent of teens surveyed reported feeling sad, overwhelmed or depressed, and 25 percent said that they had skipped meals because of their anxiety.

Though all teens need coping skills to help navigate their unique set of stressors, many adolescents either do not turn to their parents for help or refuse to accept their advice. This may be partly due to the way parents typically try to help their kids.

Several times when teens are overwhelmed, parents try to connect with their kids’ feelings by drawing on their own childhood experiences. Sometimes it works sometimes it does not.

We must remember that teenagers always think in advance that their parents do not understand them.

We must try to connect with something that reminds kids that even if time is different, human emotions are the same. We can bond with our kids by focusing on these similarities.

When our adolescents are distressed, we are inclined to try to solve their problems, but what teens really need is help developing problem-solving skills of their own to strengthen their self-esteem. It is particularly important to teach adolescents how to develop a specific type of empathy called Cognitive Empathy.

Cognitive Empathy allows us to understand how their perspective is and how they perceive the world helping them regulate their emotions, improve their listening skills and strengthen their ability to tolerate conflict more constructively.

Through Cognitive Empathy, we are capable to help adolescents to realize that people and situations can change, which allows them to face social challenges more easily. It is very important for them to analyse both side of the story.

With Cognitive Empathy, teens can develop an emotional “pause button”, which reminds them that even when feelings take over, stressful circumstances are temporary.

El aula también enseña…


El aula es el marco físico en el que se produce el aprendizaje de nuestro alumnado. En estos espacios, docentes y alumnos, comparten el mayor tiempo del programa escolar. 













Cada vez que me invitan a una escuela y entro en un aula, tengo una sensación de “déjà vu” que seguramente ustedes estimados colegas educadores, comprenderán: Las mismas aulas, uniformes, despersonalizadas, tristes, aburridas, lineares. Las comparo con las aulas de mi época y a pesar de haber trascurrido mucho (pero mucho) tiempo, son casi idénticas.

Podemos encontrar una pizarra electrónica en vez de una pizarra clásica, pero la estructura básica sigue siendo la misma por una simple razón: La forma de educar (entendida como “transferencia de información” del educador a su alumnado) es la misma.

Como consecuencia de esta visión unidimensional y verticalista, todos los docentes hacen lo mismo, en el mismo lugar, utilizando los mismos recursos, para así cumplir con las exigencias de la organización estándar de la clase. 

El aula es el marco físico en el que se produce el aprendizaje de nuestro alumnado. En estos espacios, docentes y alumnos, comparten el mayor tiempo del programa escolar.

El aula no son solo cuatro paredes asépticas e indiferentes, ella interviene directamente en la calidad y efectividad del aprendizaje por ende es un poderoso factor educativo para no subestimar, cosa que casi todas las unidades educativas hacen.

El aula es “El” espacio único para enseñar y aprender. Esto presupone que todos, educadores y alumnos, están involucrados en ese proceso.

El Nuevo Educador necesita una Nueva Aula con espacios variables y multifuncionales, donde el alumnado tenga capacidad de movimiento y de interacción y la oportunidad de recibir varias acciones educativas a la vez.

Escuchar, llevar a cabo experimentos, manipular objetos. El aula debe ser un laboratorio y a la vez un taller donde siempre se trabaja en grupo; donde se dispone no solo de libros sino de variadas fuentes de información. Todo enmarcado en un orden bien estructurado, en base a los intereses y a las múltiples tareas que se realizan.

Un aula “polivalente” donde los espacios deben ser asociados al aprendizaje, por eso modificables de acuerdo a las circunstancias.

Un aula con espacios interactivos para el desarrollo individual y colectivo.

Un aula personalizada al grupo, variada, donde se integren todas las personalidades de los alumnos, donde se creen espacios que respondan a las múltiples inteligencias presentes.

Un aula como lugar de encuentro con los otros para favorecer el conocimiento y la socialización.

Un aula con un mobiliario diseñado para crear espacios para aprender y para que todos tengan un contacto con materiales y actividades y así, abarcar simultáneamente una gran variedad de aprendizajes utilizando todos los sentidos.

Un aula abierta con espacios que interactúen con el ambiente externo y el entorno que posibilite el contacto con la naturaleza.

Un aula viva, dinámica donde el día de clase se construya activamente por todos los miembros del grupo, donde todos tengan sentido de pertenencia.

Un aula accesible, democrática, que posibilite el uso autónomo de todo el alumnado de los espacios físicos, de los recursos y de los materiales.

Un aula agradable, acogedora, bien iluminada y bien ventilada.

Un aula que estimule la idea de presentar, compartir y difundir. Que permita la exposición de trabajos orales, visuales, auditivos compartidos por todos por igual.

Los espacios también enseñan.
Un aula es un espacio de todos, para todos.

22/05/2017

Let the classroom staying alive, staying alive…





A classroom alive with debates is an enjoyable way to learn and a good environment for promoting students’ understanding. 








Talking helps students to gather their thoughts, process information and remember it. However, we need to think carefully about how to structure our debates with effective questions and keep students on track.

Use only open questions
Questions that provoke discussion and multiple answers. This strategy ensures that we can begin the class with 100% participation. A well-posed question can turn the lights on in students’ heads.

The free writing
Begin our lesson by giving students five minutes to write down everything they know about a given topic. It offers a useful way of making students confident, independent writers and bringing together previous knowledge and understanding. Ask students to talk each other.

Divide the class into two groups
Get the class to physically divide into two or three groups: those in favour, opposed or those who are undecided.  

Give students time to think
When we pose a question, give pupils enough time to consider their responses (the importance of Pause). Thinking time is important to allow them to get to grips with new concepts and gather their thoughts.

Be positive
For student to talk in class, they must feel emotionally safe and secure. Avoid negative comment, only positive ones. Students will try harder in an atmosphere that is motivational.

Off-topic responses
When a student offers an incorrect or off-topic response, it is important to steer them back to meaningful discussion always in a polite.

Keeping discussion at the heart of our lesson will ensure that our classes build critical thinking skills (so scarce and so necessary nowadays) as well as knowledge.

Through talking, we explain concepts and ideas building long-term memorization.

Stress en el aula y fuera del aula…



Imaginemos una escuela en donde los niños comiencen el día con ejercicios de respiración, yoga y relajación, en un aula silenciosa, con una luz tenue y decorada con colores suaves para así poder tomar conciencia de sí mismos y descargar tensiones y nerviosismo.

Estas actividades al inicio de cada jornada pueden ayudar a la comunidad escolar, la vida social y el estudio.

Es importante analizar la situación de la zona donde se encuentra la escuela para comprender la utilidad de estas actividades; muchas escuelas están ubicadas en zonas con altos índices de delincuencia, desorden o conflictividad social.

Los ejercicios de relajamiento deben no sólo incluir los estudiantes y maestros, sino también todo el personal de la escuela, creando así un ambiente favorable para toda la comunidad escolar.

Dichos ejercicios sirven también para compartir emociones y sentimientos y trabajar emocionalmente sobre los incidentes que se puedan producir en el aula o fuera de la misma. De esta manera los niños aprenden a evitar los conflictos con los demás y a tomar el control de las situaciones.

Los niños también aprenden, gracias a la meditación y la respiración, a controlar sus emociones y a utilizar técnicas de concentración y relajación, incluso fuera del salón de clases para así superar el estrés y el miedo. De hecho, muchos padres admiten que incluso en casa, fuera de la escuela donde aprenden estas técnicas, ven mejoras en el comportamiento de sus hijos.

Este método es muy útil en las escuelas donde los acontecimientos de violencia (física, verbal o visual) son cada vez más frecuentes y, a menudo, ocultados por los niños que perciben que no tienen a nadie a quien confiarles sus emociones. A menudo los padres en el hogar no se dan cuenta que son parte de ese mundo violento y así sus hijos sienten miedo de expresar lo que sienten y de recibir represalias.

Los niños deben aprender a controlar la ira, el estrés y la frustración y tienen el derecho a exteriorizar libremente sus emociones y sentimientos sin ser castigados por eso.

Famiglie: perfette e infelici o imperfette e felici?


Il contesto sociale ci ha abituati a modelli di perfezione irrealistici con famiglie sorridenti e impeccabili. 

Quando si pensa al ruolo del padre spesso lo si vede come un aiuto (a volte solo finanziario) che per quanto prezioso, rimane secondario rispetto alla madre; una figura di supporto piuttosto che un alleato alla pari.

Per fortuna le cose stanno cambiando (in alcuni paesi molto ma molto lentamente) e un padre lo si vede anche come chi cambia il pannolino, coccola i figli, fa da mangiare, ci gioca, pulisce, fa la spesa e molto importante, un fondamentale punto di riferimento per la formazione dei figli.

Normalmente quando pensiamo a una famiglia immaginiamo la mamma che si occupa della maggioranza delle faccende domestiche e il papà che la aiuta, dandole una mano. Difficile immaginare la situazione opposta dove lui è il “domestico” e lei la “fuori casa”. 

Se il papà lavora tanto da non “avere tempo” per accudire i propri figli, non viene criticato e non viene considerato un cattivo genitore. Se la mamma invece lavora fuori casa per cui è costretta a “trascurare” i suoi figli, cambia tutto: è una madre fredda, arrivista, distaccata...

Conseguenza: quasi tutte le mamme che dedicano molto tempo alla propria professione si scontrano con enormi sensi di colpa (e sguardi giustizieri).

Il contesto sociale ci ha abituati a modelli di perfezione irrealistici con famiglie sorridenti e impeccabili.

Oggi la donna deve essere sia madre modello che lavoratrice ambiziosa. E così anziché migliorare, la situazione paradossalmente è peggiorata. 

La libertà (meritatissima) conquistata dalla donna-mamma che fino a qualche anno fa era impensabile, continua a scontrarsi contro il modello della madre impeccabile in netta contraddizione e quello della “business woman”.

I papà nel frattempo cercano di adattarsi alla nuova situazione “dando una mano”. Ma è proprio l’espressione “dare una mano” a svelare l’atavico pregiudizio. Perché il padre continua a essere inconsciamente percepito dalla madre (e dalla società) come un aiuto, un supporto, che alleggerisce il carico di lavoro anziché come una persona alla pari.

La divisione delle responsabilità domestiche e familiari non dovrebbe basarsi su stereotipi (lei a casa, lui al lavoro), ma sulla realtà dei fatti, sulle caratteristiche e le necessità di ciascun componente famigliare, a dispetto dei vecchi ruoli. Questo non significa che una donna debba necessariamente lavorare e l’uomo debba rimanere in casa ma essi dovrebbero essere liberi di scegliere ciò che desiderano, compatibilmente con la scelta di avere una famiglia e assumersi le responsabilità che questo comporta.

I nostri figli meritano genitori stanchi, con poco tempo ma soddisfatti con la loro vita o genitori con tanto tempo a disposizione ma tristi e frustrati?
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