"Juzga
más al hombre por sus preguntas que por sus respuestas".
Voltaire
¡Un consejo!
Cuando alguien nos dice qué hacer y cómo hacerlo,
nuestro cerebro responde con un estado defensivo porque siente amenazada su
libertad personal y su toma de decisiones.
El cerebro humano es tan complejo e
individual que es mucho más efectivo ayudar a otros a llegar a sus propias
ideas y conclusiones. Sólo porque nuestro consejo parece óptimo para nuestro
cerebro, no significa que sea útil para el cerebro que estamos tratando de
influir. Para una decisión real, la inspiración y la respuesta adecuada, tienen
que surgir desde nuestro íntimo.
Demos espacio. No soluciones.
A menudo, cuando alguien nos plantea un problema es
porque quiere simplemente ser escuchado. Nuestro cerebro prefiere que le demos
espacio más que opiniones.
Demos consejos solamente cuando nos lo pidan.
Identifiquemos nuestras mutuas necesidades.
Con mucha frecuencia en una conversación, no
expresamos lo que realmente necesitamos. Nos es difícil comprender si nuestro
interlocutor está simplemente pasando un rato agradable con nosotros o si
quiere que lo escuchemos o que lo ayudemos con nuestros consejos a solucionar
su problema.
Formulemos preguntas reflexivas.
Hacer preguntas es un arte en sí mismo. Requerimos una
elevada capacidad empática para poder ponernos en el mundo de la otra persona y
así ser capaz de comprender cómo podemos apoyar su proceso de pensamiento
elevado. Debemos focalizarnos en las preguntas que vamos a hacer en lugar de
los consejos que queremos dar. Esto no quiere decir que no podemos dar un
consejo, pero es mejor hacerlo con moderación y con discreción.
Una buena pregunta puede tener más impacto que un buen
consejo.